Los desórdenes metabólicos, como la obesidad y la diabetes, y los desórdenes psiquiátricos, como la depresión, han aumentado de manera vertiginosa en el mundo entero, especialmente en los países de altos ingresos, convirtiéndose en unos de los principales problemas de salud en nuestro mundo moderno. Esta es una de las razones por las que este año el Premio Nobel de Medicina decidió galardonar a los científicos estadounidenses Jeffrey C Hall y Michael Rosbash de la Brandeis University en Waltham, Massachussetts, y Michael W Young de la Rockefeller University en New York, por sus estudios acerca de los ritmos circadianos. Pero, ¿qué son los ritmos circadianos y cuál es su conexión con esas enfermedades?

 

Como su nombre lo indica, los ritmos circadianos, del latín circa, que significa alrededor, como en círculo o circuito, y dies, que significa día, son los ritmos con los cuales se organizan los procesos biológicos en los seres vivos alrededor de las 24 horas del día, con el fin de sincronizarlos con la naturaleza y, principalmente, con el sol.

 

Todos los seres vivos, incluidos los seres humanos, estamos (o estábamos, en nuestro caso) regidos por señales de la naturaleza, como la luz solar, que nos indican en qué momento comer o en qué momento dormir. Todo esto gracias a una compleja interacción de factores genéticos, metabólicos, hormonales y ambientales, que organiza nuestras funciones biológicas más básicas, como el sueño, el hambre, la temperatura corporal, el pulso sanguíneo, el estrés oxidativo, los niveles de glucosa en la sangre, entre muchas otras.

 

Estos ritmos son controlados por un reloj central, ubicado en el hipotálamo, específicamente en el núcleo supraquiasmático, que secreta una hormona en función de la luz ambiental, la melatonina, también conocida como hormona del sueño. Esta es secretada principalmente durante la noche, en ausencia de luz solar, y causa una sensación de sueño, indicándonos cuándo dormir. Además de este reloj central, existen varios relojes periféricos, como el esófago, los pulmones o el hígado, que son estimulados por factores diferentes a la luz, como los niveles de glucosa en la sangre, permitiendo una mejor sincronización de nuestro reloj interno con nuestro ambiente y nuestras actividades.

 

Gracias a los trabajos de Hall, Rosbash y Young, entre otros, la ciencia se ha interesado en estos ritmos circadianos y en su importancia en el metabolismo, con lo que se ha creado una rama especializada en este tipo de estudios, la cronobiología. Esta ha cobrado gran importancia, no solo por descubrir cómo funciona el reloj interno sino también por poner en evidencia el impacto que la desincronización de este reloj puede tener sobre nuestra salud, causando desordenes metabólicos y psiquiátricos, entre ellos la obesidad y la depresión, dos de las más grandes epidemias de nuestro mundo moderno.

 

Ejemplo de esto son los resultados de los investigadores Opperhuizen y Kalsbeek, del Instituto Holandés de Neurociencias, quienes encontraron que comer en la noche, a horas en las que el cuerpo debería dormir, afecta el ritmo de expresión de genes reguladores del reloj interno, causando cambios fisiológicos en el cuerpo entero y perturbaciones en la expresión de otros genes metabólicos. Así mismo, Poroyko y sus colegas de la Universidad de Chicago pusieron en evidencia que la falta de sueño causa un aumento de la ingesta de alimentos y que tiene consecuencias en la flora intestinal, causando inflamación del tracto digestivo.

 

Así, la falta de sueño nos hace comer más y a horas en las que normalmente deberíamos dormir, lo que afecta aún más nuestro sueño, llevándonos a comer más y dormir menos, creando un círculo vicioso que descarrila gran parte de nuestro metabolismo. Además, esto también incide en el tipo de comida que ingerimos, creando una preferencia por los alimentos grasosos o dulces, alimentos que desajustan aún más nuestros ritmos circadianos. Con el tiempo, este círculo vicioso nos lleva a desarrollar diabetes, obesidad, problemas cardíacos, depresión e incluso bipolaridad. Y esto es aún más grave cuando ocurre durante la infancia y adolescencia, ya que afecta el desarrollo facilitando la aparición de muchos tipos de enfermedades.

 

Aunque estos desajustes de los ritmos circadianos pueden ser causados por factores genéticos, principalmente por mutaciones en los genes Clock, Bmal1, Per1–3, and Cry1-2, en la mayoría de los casos el problema radica en el estilo de vida. A causa de la luz artificial, las pantallas y las largas jornadas laborales, nuestro cuerpo ya no reconoce cuando es la noche, desajustando la primera parte del mecanismo, la secreción de melatonina. Además de esto, nuestro estilo de vida sedentario y nuestra alimentación poco equilibrada terminan por desajustar el reloj interno, siendo grandes responsables del acelerado aumento en las tasas de obesidad, diabetes, depresión y problemas cardíacos en el mundo entero.

 

Varios tratamientos están siendo estudiados para evitar o disminuir estos problemas, como la hormona melatonina o el tratamiento con luz brillante, incluso se estudian técnicas de relajación que podrían disminuir los niveles de estrés y así mejorar la calidad de vida, el sueño y la alimentación. Pero lo más importante es sin duda recordar que gran parte de estos factores desreguladores del reloj interno están bajo nuestro control y que adoptando un estilo de vida sano, con horarios adecuados para comer y dormir, con una alimentación balanceada, ejercicio y suficiente sueño, podemos evitar estos graves problemas de salud, aumentando nuestras posibilidades de una vida larga y saludable.

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