¿Te podrías imaginar que popó de una persona sea la cura para una enfermedad? Aunque puede parecer bizarro este concepto ha ido ganando fuerza durante los dos últimos años, recolectando evidencia científica que lo respalda.
A primera vista esto podría parecer un tratamiento primitivo, más propio de la edad de piedra que del siglo XXI, sin embargo descubrimientos recientes han llevado al desarrollo de un nuevo y amplio campo de investigación donde el “trasplante de popó” podría ser no solo una opción terapéutica si no también la cura para diversos problemas médicos.
Pero, ¿cómo es eso posible?
La clave tras el éxito del trasplante del popó es la microbiota; de hecho aunque muchas publicaciones hablan sobre trasplantes de popó, el efecto terapéutico real no se debe a las heces (popó) en sí mismas, si no a uno de sus componentes: la microbiota.
La microbiota es el conjunto de bacterias que viven naturalmente dentro del intestino, también conocidas como “flora bacteriana”, la cual hasta hace poco se pensaba estaba compuesta tan solo por especies saprofitas que viven con nosotros sin causar ningún daño a la salud, y en ocasiones incluso tomando parte de algunos procesos digestivos menores como la fermentación de las fibras.
Sin embargo investigaciones recientes han descubierto un vínculo entre la microbiota y el desarrollo de varias enfermedades; desde el cáncer de colon hasta la enfermedad de Alzheimer, pasando incluso por la obesidad.
Tales descubrimientos han impulsado una investigación más profunda que demostró que la microbiota intestinal no es simplemente un grupo de bacterias viviendo en el intestino, en lugar de ello tales organismos están involucrados activamente en interacciones metabólicas, enzimáticas e incluso genéticas con el huésped que podrían condicionar tanto un efecto bien sea protector o deletéreo en la salud humana.
Dependiendo del tipo de bacteria, su configuración genética, productos metabólicos y demás características, algunas especies de microbiota pueden proteger a las personas de enfermedades, mientras otras pueden poner en peligro la salud del huésped debido a toxinas y otras sustancias producidas por las bacterias dentro del intestino las cuales más tarde alcanzan el torrente sanguíneo.
Debido a estos hallazgos se planteó la teoría que sostiene que si una persona porta microbiota dañina aumenta el riesgo de desarrollar estas enfermedades; sin embargo si esas bacterias “malas” o “microbiota mala” se reemplaza con una “buena”, entonces el riesgo debería disminuir.
¡Y esa es exactamente la ciencia tras el trasplante de popó! Tomar la microbiota “buena” de alguien más para reemplazar a las bacterias peligrosas del paciente.
¡Es perfecto! Económico y efectivo… ¿o no?
Pues bien, en teoría debería funcionar y de hecho su efectividad ha sido comprobada, al menos en las infecciones por Clostridium Difficile (Enterocolitis Pseudomembranosa) aunque todavía hay mucho por investigar antes de considerar el trasplante de popó como un tratamiento de rutina.
El primer problema a resolver es el nombre dado que el término “trasplante” puede resultar impreciso ya que en medicina este se usa cuando los tejidos, mas no las bacterias, de una persona son “colocados” a un paciente; de manera que hay que resolver ante todo un asunto semántico.
Pero más allá del nombre hay muchas otras cosas que aclarar, por ejemplo ¿cómo saber quién tiene una microbiota buena y quién no?
Es este sentido es indispensable el desarrollo de un sistema de genotipificación destinado a identificar que microbiota pone al paciente en riesgo así como quien tiene una microbiota lo suficientemente buena como para ser considerado un “donante sano”; de otra forma existe el riesgo real de contaminación cruzada, es decir que alguien con microbiota mala reciba un trasplante de una peor.
Otra cosa que hay que resolver es como garantizar que la nueva microbiota “trasplantada” coloniza el intestino del huésped. Se sabe muy bien que la flora local tiende a “defender” su territorio de otros microorganismos foráneos a través de señales químicas, matando a las bacterias “invasoras” o incluso convirtiendo a los intrusos en una parte de su propio grupo mediante el intercambio de material genético a través de plásmidos.
Así que ¿cómo estar seguros de que la microbiota trasplantada colonizará el intestino del huésped adecuadamente?
Se trata de una interrogante muy válida ya que existe la posibilidad de que la microbiota local “preserve” su espacio y no deje entrar a los intrusos.
Ante esta situación ¿podría el paciente beneficiarse de un curso corto de antibióticos antes del trasplante de microbiota?
Esto está aún por determinarse, aunque la evidencia científica sugiere que los antibióticos matarían a la mayoría de las bacterias residentes en el huésped (microbiota local) de manera que la microbiota del donante tenga más posibilidades de colonizar el intestino del huésped debido a que se encontraría con menor competencia por parte de los microorganismos locales.
Una vez que se hayan desarrollado un sistema de genotipificación y una estrategia de preparación del huésped que garanticen la colonización exitosa de la microbiota trasplantada, hay otro problema por resolver: la vía de administración.
Algunos autores han descrito la administración por vía rectal en forma de enema o supositorio de heces del donante procesadas y purificadas, sin embargo aunque viable, esta vía de administración alcanzaría solo a una pequeña parte del intestino grueso pero no a toda su extensión mientras que el intestino delgado quedaría fuera de alcance a pesar de que un porcentaje importante de la microbiota vive allí.
Una alternativa es la posibilidad de administración
por vía oral, pero… ¿es posible darle a un paciente el popó de alguien más por vía oral?
¡Por supuesto que no! Sería desagradable y peligroso de manera que es necesario desarrollar un método para purificar la microbiota sin matarla a fin de poder eventualmente desarrollar una presentación oral, aunque esta aún tendría sus limitaciones.
Después de la administración oral de microbiota sería necesario encontrar la manera de permitirle a las bacterias sobrevivir al ácido gástrico así como a las defensas del huésped; después de todo la microbiota externa no es más que una bacteria invasora que será atacada por el sistema inmune del huésped independientemente que la vía de administración sea rectal u oral así que ¿cómo evitar que las defensas del huésped ataquen el trasplante de microbiota?
Hasta que eso no se resuelva el trasplante de microbiota continuará siendo empírico y carecerá de garantías de éxito.
Otro asunto a considerar es ¿por qué usar microbiota de donantes?.
La tecnología moderna permite la genotipificación de prácticamente todas la bacterias que viven en el intestino humano, de manera que usando este método es posible seleccionar las mejores cepas b bacterianas en cuanto a protección de ciertas enfermedades se refiere para luego cultivarlas en condiciones de laboratorio que permitan una provisión ilimitada, estandarizada y sostenible de “microbiota buenas”.
Por supuesto que esto sería más costoso que simplemente procesar las heces del donante, pero también es más seguro y permite la estandarización de la dosis, algo que también necesita ser definido.
La pregunta aquí es ¿cuántas bacterias por gramo de heces tiene el popó del donante?
Esto variará de persona a persona de manera que la estandarización del inóculo resulta todo un desafío; es más ¿Qué tan grande debe ser la carga de microbiota para asegurar una colonización exitosa del intestino?
Esta es aún una pregunta sin respuesta que necesita ser resuelta ya que de otra forma existe la posibilidad real de no hacer nada con el trasplante de microbiota debido a una carga bacteriana insuficiente.
En este punto, el trasplante de popó o trasplante de microbiota es un tratamiento a considerar debido a su enorme potencial, aunque hay muchos detalles todavía por resolver antes de recomendarlo como un tratamiento regular.
El trasplante alguna vez ha sido efectivo?
En condiciones médicas agudas como la infección por Clostridium Difficile la efectividad del trasplante de microbiota han sido comprobada, sin embargo en patologías crónicas tales como el cáncer de colon o la enfermedad de Alzheimer es necesario realizar estudios clínicos prospectivos a largo plazo para demostrar la efectividad terapéutica de esta opción, dado que la evidencia disponible en la actualidad se basa en modelos teóricos, investigación in vitro y estudios de corto plazo lo que no es suficiente para respaldar o predecir los efectos a largo plazo del trasplante de microbiota en enfermedades complejas como el Alzheimer.
Por ahora el trasplante de microbiota permanece como una opción terapéutica muy prometedora a futuro, aunque se necesita más investigación para pulir no solo sus indicaciones sino también los procedimientos de administración a fin de permitir desarrollar un tratamiento efectivo, seguro y con una buena relación costo beneficio.
Ciertamente aún hay mucho por hacer aunque lo más probable es que a mediano plazo el trasplante de microbiota tendrá un lugar en el arsenal terapéutico de los médicos.
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